miércoles, 10 de abril de 2013

DE NUEVO RUBIA.


Rubia fue mi primera novela escrita. Mi primera novela finalista en un concurso. Mi primera novela publicada. Mi primera novela en amazon. Mi primera mirada a mí mismo luego de romper con las herencias ideológicas, religiosas e históricas que me tocaron. Rubia es además quien me bautiza como escritor y me quita un poco el miedo y la vergüenza de sospecharme escritor (un poco solamente). Además, Rubia es mi primer intento en el Premio de Literatura Rómulo Gallegos, en la edición cuyo fallo corresponde al año en curso. Sea que figure entre los finalista o no, quedará escrito en mi memoria que fue la novela con la que intenté por primera vez obtener el premio con el que sueñan los escritores latinos. Y que se sepa que será el primer intento, pues desde esta edición el jurado tendrá que evaluar en cada edición una obra mía, pues soy terco e incansable.
Ella me ha traído buenos amigos, gracias a ella muchos nombres están almacenados en ese baúl de amigos verdaderos que formarán por siempre parte de mi historia. Entre ellos debo mencionar a Febe Mendoza, quien me acompañó desde su creación, quien recorrió los laberintos de la trama en tiempo real y me enseñó a contar historias. Siempre diré que no me atrevería hoy a escribir para ser leído si el nombre Febe Mendoza no estuviera en mi memoria. Y así muchos que no sólo han sido lectores sino que también se hacen hoy propulsores de la historia y canales para que mi Rubia sea recorrida por la mirada de otros.
De nuevo Rubia irrumpe en mis rutinas, tras la posible publicación impresa en Costa Rica me vi obligado a jugar con ella una vez más, la leí de nuevo e hice algunos cambios en su presentación enumerando esta vez los capítulos. Y hoy quiero reflexionar a partir de ella.
Aunque lleva su nombre hoy puedo decir que el asunto principal de la novela es el odio. Recuerdo que durante años el cristianismo me enseñó que el odio es una influencia del maligno que mancha nuestra existencia y nos hace indigno frente al dios. El odio, me enseñó el cristianismo, nos condena a la muerte eterna, al infierno, a la condenación. Ante la grave problemática, así concebido el odio por la religión cristiana, se nos ofrece una salida: la redención. Y esta redención es una especie de manto mágico que arropa al hombre y pretende hacerlo inmune de la influencia demoníaca representada por el odio, entre otras cosas. El asunto es que, dada nuestra condición humana y nuestros condicionamientos y “educación”, el odio no se disipa con mantos mágicos, sino que sigue infectando nuestras emociones, sólo que a veces, por las rutinas que impone la religión, logramos distraer el sentimiento negativo.
La verdadera redención del hombre es el conocimiento de sí mismo. Lo entendí cuando decidí abandonar el cristianismo y caminar con mis propios pies y ver a través de mis ojos. Por ese tiempo comenzaba a escribir Rubia, centrado en un personaje marcado por una vivencia que la lleva a odiar al abuelo y todo cuanto significó su abuelo para ella. De manera que Rubia odia su entorno, su vida, odia el amor, odia el porvenir, todo lo que puede ver o recordar lo odia porque todo ello fue su abuelo.
Hoy tengo el coraje para admitir que el odio de la chica de mi novela era mi odio, su abuelo era mi cristianismo y lo odié, por robarme mi niñez, mi adolescencia, mi juventud, por estar en mis recuerdos, por creerlo porvenir, lo odié porque me infectó y me hizo creer que el mundo era de una forma y al despertar pude entenderlo de otra. El abuelo de Rubia fui yo mismo, engañado por mí mismo, truncado por mí mismo, esperando siempre que las cosas sucedieran de una forma mágica, perdiendo el tiempo que pude haber diezmado en esfuerzo e intentos. Como Rubia busqué sanar mi odio de distintas maneras, porque así fui condicionado, creyendo que las respuestas a los problemas propios pueden encontrarse en fuentes externas. Pero comprendí, no muy tarde, que la redención está en el conocimiento de uno mismo. En saber quién soy, por qué soy, hacia dónde soy, desde dónde soy. Rubia invita a contemplar las posibilidades que siempre serán fallidas y a aceptar con coraje la responsabilidad de nuestros pasos, nuestra responsabilidad con nosotros mismos, al final es la respuesta correcta.
Ella es una lectura amplia. Rubia es la misma América Latina buscando su identidad, reconociendo en cada paso, a través de las décadas, que sus problemas necesitan soluciones que emanen de la latinidad, de la identidad propia. Rubia es una invitación a tomar el control de uno mismo y evaluarnos, decidirnos por la construcción de nuestro porvenir, decidirnos por avanzar a ritmo propio, desconociendo las herencias que nos han encerrado en los laberintos conflictivos, desafiando lo ya establecido para así encontrar salida y un mañana. En ella dibujo la tierra donde nací, el pueblo que fue mi cuna: Aroa, Estado Yaracuy, muestro matices del cerro que conquistó mi abuelo Segundo Crespo y hasta incluyo su nombre en la trama. También dejo ver cómo percibí a la ciudad de Cabimas cuando recién llegué, y hasta cómo percibí los cambios políticos que iniciaron en 1999. A través de Rubia podrán conocer El Consejo de Ciruma, un pueblo que, de no existir, sería la ficción mejor elaborada. Tomo del pueblo algunos mitos, dibujos otros inspirado en los ancianos que conocí allí.
Rubia es un resumen de mi historia hasta el año 2008 y es además parte de mi historia desde entonces, siempre volveré a ella, a Rubia, siempre miraré sus ojos azules, míticos y místicos, siempre recorreré las calles que son suyas. De hecho, Rubia jamás dejará de ser parte de mi realidad pues siempre tendré que visitar El Consejo de Ciruma, y desde hace diez años pienso que tal vez al llegar a la vejez me encierre en ese pueblo para reflexionar en mis días desde mis últimos días. Espero un día, amado lector, tengas la oportunidad de leer a mi Rubia y puedas decirme cómo me vez a través de sus ojos. 
Les invito a visitar el blog de la novela: http://www.minovelarubia.blogspot.com/ 

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