Que naciste en un pesebre, eso
me contaron. Y te adoré, porque naciste en un pesebre. Humildad la tuya, que me
dio el chance de adorarte.
Hoy sigue siendo humildad la
tuya, pero mi adoración no basta, y decirlo es una farsa. Un yo te adoro no es
suficiente y no sirve de nada, recordarte en el pesebre ya no alcanza. No alcanza si sólo voy a
recordarte, si solamente voy a contemplarte allí tan niño, tan débil, reposando
en un pesebre que no es el lugar para un recién nacido, alegrándome por tu
condición de pobre y mi destino feliz por tu nacimiento.
Hoy quiero celebrarte de otra
forma, hoy quiero lamentar el pesebre donde reposaste, porque una casa digna
merecías, como la merecen los niños que me nacen en mis barrios, como la
merecen los que son parte de una cifra que muchos aseguran que no existe porque
es mejor maquillar las estadísticas.
Merecías un hogar con techo
firme, con paredes cálidas, con el olor a recuerdos gratos, a donde los vecinos
pudieran asistir para festejarte, con un patio enorme, y árboles creciendo,
donde pudieran reunirse tus tíos, tus abuelos, y reír a carcajadas como se debe
reír cuando hay un nacimiento. Así como lo merecen las familias que con ilusión
deciden ser familias.
Merecías padres felices y no
preocupados por una matanza, no afligidos por los malditos prejuicios de
siempre, esos que persiguen y te hacen transitar escondido por los desiertos. Hoy
siguen naciéndonos niños con padres preocupados y afligidos, porque siguen
existiendo prejuicios, se sigue persiguiendo al débil, a los que no son como “la
mayoría”, a los que no han aprendido a ser parte del sistema.
Hoy no voy a brindar por tu
nacimiento en el pesebre, y no me malinterpretes, que yo estoy agradecido por
tu humilde nacimiento que nos hace a los pobres creer que siempre quisiste estar
en medio nuestro, es que quiero creer que nos denunciaste al nacer, sí, que
apuntaste en contra de nuestros prejuicios y conformismos, que nos dijiste: “mira
exactamente donde nazco y que no se repita la historia…”
Hoy quiero creer que se puede
cambiar la historia si decidieras nacer de nuevo, que yo podría verte nacer en
un hospital digno, en el seno de una familia feliz sin la preocupación de una
matanza a la puerta, con un padre a quien la política no le trunque su visión
de bienestar para ti, con una madre que no tema ser apedreada, convencida de
que no cometió ningún error. Y esperarte en la cuadra, verte llegar entre los
brazos de tus padres, unirme a la parranda por tu nacimiento, y levantar una
botella de ron para brindar por tu nacimiento y por todos los que nacen en un
lugar digno, en un contexto digno…
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