viernes, 28 de diciembre de 2012

REGENERACIÓN, ¿UNA NOVELA FANTÁSTICA O DE CIENCIA FICCIÓN?


Nota escrita por Rafael Ayala Páez…

Regeneración, de Gusmar Sosa, es una novela que sorprende por su narración ágil y precisa.  En ella el lector hallará temas inexplicables, conspirativos, sobrenaturales, pero sobre todo temas profundamente humanos. Y es esta característica, junto con su personalísima voz, uno de los aspectos más importantes en las novelas de Sosa. En el primer capítulo titulado acertadamente “Confusión” un hombre llega a una casa abandonada después de escapar ileso de una gran explosión debido a una misteriosa capacidad de su cuerpo para regenerarse de cualquier daño, pero como tantas otras veces él no recuerda nada de lo ocurrido y lo más sobrecogedor y angustiante es “la opresión de saberse perdido, desorientado, confundido”. En el tercer capítulo descubrimos que se trata de Roberto Infante, un empleado de El Complejo Refinador de Amuay, una planta de refinación de petróleo ubicada en el estado Falcón. Roberto es el  personaje más complejo y mejor delineado de la novela. No sólo por su habilidad sobrehumana, sino por su psicología, siempre preguntándose quién es y su creciente sentimiento de culpa por la muerte de sus padres. Otros personajes principales en esta historia son Francisco y Miriam Salazar. Francisco es un bombero novato, quien cree que el país está bajo la amenaza de una cúpula que supervisa y controla el destino de las naciones y que puede estar detrás de la repentina explosión de la planta de Amuay. También tiene un extraño poder de premonición que le lleva a intuir “que de alguna manera ese día entenderá muchas cosas”. Miriam Salazar es una sobreviviente de la explosión atrapada junto a siete personas más, en una garita, entre ellos un ateo y un creyente cristiano ortodoxo -con perspectivas diametralmente opuestas- que se debaten entre la duda y el temor,  la cobardía y la idea de comenzar una nueva vida sin tantas prohibiciones. Ella posee un poder similar al de Francisco, pero más avanzado que le permite no solamente “sentir las emociones de los otros, sino escucharlas, detectarlas como pensamientos”. Una extraña empatía que la lleva a comunicarse extrasensorialmente con él, quien también siente su presencia, aunque ella este al otro lado de la planta. En la novela aparecen otros personajes clave en la trama como el sargento Thomas Zambrano, El Vicepresidente y El Presidente, que pondrá en marcha un plan secreto llamado "Fase II".

Por otra parte, yo no inscribiría a la novela de Sosa dentro del género de  ciencia ficción, sino dentro de la novela fantástica. Aunque el autor sostiene que es una obra de ciencia ficción, su historia va más allá de la presentación de  posibles eventos que se desarrollan en un entorno puramente imaginario, para combinar aspectos reales (cotidianos) –la explosión de la planta de Amuay- con los aspectos no realistas (extraordinarios) –el poder sobrenatural de Roberto, Francisco y Miriam. Sosa coloca a sus personajes en un marco real donde cosas increíbles les suceden, pero tal es su habilidad como narrador y su pericia como constructor de buenas estructuras novelísticas que nos da la sensación que lo relatado en la novela es cierto. El lector no se preguntará si lo que él lee es real o no, puesto que su atención estará volcada a desentrañar el argumento enigmático de la novela. Y este es un acierto que se agradece. Citando a Jorge Luis Borges “son infrecuentes y aún rarísimas las obras de imaginación razonada”. Y Regeneración es una novela de imaginación razonada que traslada a nuestras tierras un género nuevo. Lo fantástico y  lo psicológico se mezclan con destreza en esta novela al igual que en “La invención de Morel”, de Adolfo Bioy Casares.

La palabra solidaridad definiría muy bien a Regeneración. En la novela Francisco y Miriam se muestran solidarios con sus semejantes. Él está dispuesto a ayudar a los supervivientes que todavía están atrapados en la garita, aun a sabiendas de que es casi imposible de salvarlos. Ella con sus palabras y con su don “de proyectar sus emociones a otros y así infundir paz en momentos de agonía”, logra calmar a sus siete compañeros y darles esperanza de que serán capaces de salir de la terrible situación en que se encuentran. Sin embargo, la situación real de ellos no es nada alentadora. El sargento Thomas Zambrano y el vicepresidente deciden no realizar un rescate de los sobrevivientes para no poner en peligro las vidas de más bomberos ya que una segunda explosión en la planta se ha cobrado la vida de varios bomberos. Pero el presidente tiene un plan.


Roberto, que a lo largo de la novela ha luchado contra sí mismo y la culpa, sin éxito, ha tomado una decisión que cambiará el destino de los ocho sobrevivientes, valiéndose de su extraordinaria capacidad regenerativa de su cuerpo, decide traspasar el muro de escombros en llamas y comenzar a mover tuberías y pedazos de concreto para llegar al interior de la garita donde están los sobrevivientes, entre ellos Miriam.


Hay un presentimiento que recorre la cabeza de Francisco, mientras observa a Roberto intentando salvar a sus compañeros y cómo el “fuego devoraba su piel al instante y él continuaba sin detenerse, y su piel se restauraba con la misma velocidad que es consumía por el fuego”, y este  presentimiento es si este hombre que aparece de repente delante de él con sus poderes sobrenaturales se trata del misterioso plan del Presidente denominado “Fase II”.


Solidaridad, fantasía, suspenso, critica, son los ingredientes de esta nueva novela de Gusmar Sosa, una novela atractiva –para mí inédita en su género- que demuestra que en nuestro país es posible escribir literatura fantástica con la profundidad y con la calidad literaria de esta interesantísima obra. 

jueves, 27 de diciembre de 2012

PRÓLOGO DE "REGENERACIÓN".


El despertar del 25 de agosto de 2012 fue uno de los más amargos que vivimos los venezolanos. Canales televisivos, emisoras radiales  y redes sociales centraban toda su atención en el suceso, hubo una terrible explosión en el Complejo Refinador conocido como la Planta Amuay ubicada en el estado Falcón. Una tragedia devastadora que acabó con decenas de vidas dejando montañas de escombros por las pérdidas materiales. Muchas interrogantes surgieron en torno a lo sucedido, buscando culpables, acusando, distrayendo la atención de lo que verdaderamente importaba: salvar vidas, sanar heridas… mostrar solidaridad.

En esta oportunidad, y como una manera de rendir homenaje a la memoria de los caídos en la tragedia de Amuay, Gusmar Sosa se estrena con “Regeneración, Incendio en la Planta Amuay”, una novela corta de ficción compuesta por doce capítulos.

Bien lo expresan Eduardo Gallego y Guillem Sánchez en su artículo ¿Qué es la ciencia-ficción?:

La ciencia ficción es un género de narraciones imaginarias que no pueden darse en el mundo que conocemos, debido a una transformación del escenario narrativo, basado en una alteración de coordenadas científicas, espaciales, temporales, sociales o descriptivas, pero de tal modo que lo relatado es aceptable como especulación racional.

En “Regeneración, Incendio en la Planta Amuay”, Sosa nos muestra el lado más humano de la ficción, vinculando a cada personaje con la cotidianidad que todos conocemos. En esta historia nos encontraremos con gente común, como usted o yo, pero que se diferencian por poseer habilidades extraordinarias. Como es el caso de Roberto Infante, uno de los trabajadores de la Planta, apenas lleva 2 años en la industria y 2 semanas asignado allí. A pesar de ser un hombre joven y lleno de vida siente que ya lo ha perdido todo, que no tiene razones para vivir: “…Ni siquiera recuerda que ya había sufrido ese lapso de amnesia antes. En cinco minutos recordaría todo, incluso ese fatídico carácter suicida, ese vicio de lamentar su existencia. Así había sido siempre el proceso. Primero su cuerpo, luego su mente. Y como una burla del destino siempre estaba implicado en sucesos como ese que se originó a kilómetros del rancho...” 
       
Permanecer con vida era un privilegio que Roberto no creía merecer: “Siempre se sintió culpable por la muerte de sus padres, pero más culpable por estar vivo. Se sentó en el taburete apuntando su pecho, se levantó de nuevo, tomó el resto de los cartuchos. Acomodó el colchón sobre la cama, llevando el taburete a una esquina, se sentó y sobre el colchón colocó los otros siete cartuchos...”

Por su parte, para Francisco Osorio, un bombero novato comprometido con su profesión, la vida le parecía corta para todo lo que quería lograr. Como buen padre de familia su prioridad es proteger a su esposa e hijo. Si hay algo en lo que cree Francisco es en su intuición, ésta le ha servido para guiar sus pasos y en las decisiones más importantes que ha debido tomar: “…En su interior Francisco continuaba especulando y algo le aseguraba que no se equivocaba. Sin embargo, sólo tenía eso: intuición, sospechas. Para él era suficiente, pero no podría explicarlo de manera que fuera suficiente para otros, y convencido de eso decidió prepararse e ir descubriendo el inframundo que se tejía detrás de las apariencias diplomáticas y los acontecimientos locales…”

Cuántos de nosotros nos hemos dejado llevar por las “corazonadas”, por la intuición y, cuántos otros le han dado la espalda. Para este bombero sus intuiciones iban más allá de simples ideas: “Mientras el camión de bomberos se acercaba a la escena, Francisco intentaba concentrarse para cumplir su labor con efectividad, confiaba en encontrar sobrevivientes, dejarse llevar por las pistas y así dar con los que pudieran estar tapiados… A pesar del esfuerzo, no dejaba de pensar en la estela de fuego, sospechó que esa visión tenía algo que ver con él, que de alguna manera ese día entendería muchas cosas y sería el inicio de una aventura que lo haría verdaderamente útil al bienestar.”

“Regeneración, Incendio en la Planta Amuay”, no es una novela de ciencia ficción más, tampoco trata de acusar ni buscar culpables, cada lector podrá hacer su propia interpretación de los hechos. Gusmar Sosa, en cada uno de los doce capítulos, más que una denuncia hace un llamado a la reflexión, a la humanidad del lector. Y no hay cualidad más humana que la empatía, como la que siente Mirian Salazar por todos los que la rodean. Mirian es una de las trabajadoras de la Planta Amuay que le tocó vivir la agonía de la explosión y, aunque logró salvar su vida junto con otros compañeros, no dejaba de sentir que era uno de esos casos en donde se está en el lugar equivocado, en el momento equivocado: “Miriam Salazar pensaba en que debió haber solicitado sus vacaciones una semana atrás, como correspondía. No lo hizo porque quería estar totalmente libre desde el quince de septiembre para asistir tranquilamente a la graduación de su hermana y celebrar su aniversario de bodas en la ciudad de Mérida durante una semana...”

Pero no siempre las cosas son como las pensamos y, a veces, estamos en el lugar que creemos equivocado, por una importante razón: “Miriam intentó mantener la calma, pero como siempre se le hacía difícil, no tanto por sus emociones, sino por las emociones de los que la acompañaban. Debía controlarse, ignorar el terror que sentían los otros… Miró a los siete compañeros que estaban con ella condenados en el interior de la garita, se  levantó sonriendo. -Tengamos confianza, algo me dice que hoy sobreviviremos y podremos corregir nuestras vidas- Los siete la miraron melancólicos, y todos sintieron que Miriam Salazar tenía razón.”

Estoy segura que, a medida que el lector avance por las páginas de  “Regeneración, Incendio en la Planta Amuay”, se identificará con las vidas de cada personaje, sintiendo la misma empatía por ellos y agradeciendo haberse encontrado en otro lugar. Pero, aunque se encuentren lejos de la Planta Amuay, sentirán cada emoción, cada sensación descrita por Gusmar Sosa en sus líneas. Sentirán la desesperación de quien intenta salvar su vida, el optimismo de quien intenta rescatar, la perseverancia de quien se niega a abandonar.

Gracias a ese optimismo y perseverancia de quienes desempeñan tan loable labor en el Cuerpo de Bomberos, las cifras de decesos no se incrementó. Hombres y mujeres dispuestos a arriesgar sus propias vidas por salvar la de los demás. Así lo hizo el Sargento Tomás Zambrano, negarse a abandonar un área donde su permanencia podría significar una muerte segura. Pero, ¿Qué es la muerte para quien no quiere vivir?: Lo que más le preocupaba era la posible desaparición de un pueblo completo. Ni siquiera su vida le importaba, ya lo había perdido todo, y sino se entregaba a la muerte era por la promesa a su padre de mantenerse firme y de cara a la vida ofrendando su esfuerzo a través de su profesión.”

El Sargento Zambrano es uno de esos hombres que más que una profesión adquieren un compromiso moral con la sociedad, son muestra de la verdadera vocación: “…Le insistió al Sargento Zambrano que lo acompañara, pero fue inútil, el Sargento se negó a abandonar el área de riesgo. -Sólo será un momento, mientras ofrezco una rueda de prensa, lo necesito a mi lado- -Lo siento señor,  con todo respeto, debo estar al lado de mi gente- El Vicepresidente le puso la mano en su hombro. -Su padre me habló de su lealtad y terquedad Sargento, en breve estaré aquí…”

Si bien es cierto que algunas de las decisiones que tomamos, a lo largo de nuestras vidas, son producto de la experiencia, también lo es que en algunos casos debemos seguir “las señales”, seguir nuestra intuición. Esto es lo que hace Mileidys Bermúdez cada vez que uno de sus sueños supera la fantasía para colarse en la realidad. Ella es una joven atleta que presiente que sus sueños son más que eso: “Una explosión la cegó y ensordeció. Mileidys brincó de inmediato. Se encontró sobre su cama, sentada, rodeada por una neblina de polvo. Comprendió que había soñado, contempló la escena, la habitación destruida, medio techo sobre ella, de inmediato saltó de la cama, su sueño comenzaba a cumplirse...”

Si usted ha escuchado la expresión “persigue tus sueños”, entonces entenderá mejor lo que vive esta joven con frecuencia: “Mileidys Bermúdez corre, mira a su izquierda, sonríe al ver a un hombre que va corriendo también hacia la misma dirección, recuerda que no sabe qué sucederá cuando el hombre cruce la línea de fuego, se pregunta si habrá otra explosión, se pregunta por qué su sueño la dirigió hasta allí.”

Como dije en un principio, “Regeneración, Incendio en la Planta Amuay”, va más allá de la típica novela de Ciencia Ficción, es una lectura que invita a la reflexión. Te reto a ser parte del grupo de hombres y mujeres con habilidades especiales, habilidades que sin darnos cuenta todos poseemos: ser empático con el que está en problemas, oír a los demás pese a lo que pensemos, seguir nuestra intuición más allá de la razón y por último, regenerar nuestra conciencia.

Scarlet Gómez Romero.
 La última semana de enero, 2013, estará disponible en Amazon.com 

lunes, 24 de diciembre de 2012

HOY QUIERO CELEBRARTE DE OTRA FORMA...


Que naciste en un pesebre, eso me contaron. Y te adoré, porque naciste en un pesebre. Humildad la tuya, que me dio el chance de adorarte.

Hoy sigue siendo humildad la tuya, pero mi adoración no basta, y decirlo es una farsa. Un yo te adoro no es suficiente y no sirve de nada, recordarte en el pesebre  ya no alcanza. No alcanza si sólo voy a recordarte, si solamente voy a contemplarte allí tan niño, tan débil, reposando en un pesebre que no es el lugar para un recién nacido, alegrándome por tu condición de pobre y mi destino feliz por tu nacimiento.

Hoy quiero celebrarte de otra forma, hoy quiero lamentar el pesebre donde reposaste, porque una casa digna merecías, como la merecen los niños que me nacen en mis barrios, como la merecen los que son parte de una cifra que muchos aseguran que no existe porque es mejor maquillar las estadísticas.

Merecías un hogar con techo firme, con paredes cálidas, con el olor a recuerdos gratos, a donde los vecinos pudieran asistir para festejarte, con un patio enorme, y árboles creciendo, donde pudieran reunirse tus tíos, tus abuelos, y reír a carcajadas como se debe reír cuando hay un nacimiento. Así como lo merecen las familias que con ilusión deciden ser familias.

Merecías padres felices y no preocupados por una matanza, no afligidos por los malditos prejuicios de siempre, esos que persiguen y te hacen transitar escondido por los desiertos. Hoy siguen naciéndonos niños con padres preocupados y afligidos, porque siguen existiendo prejuicios, se sigue persiguiendo al débil, a los que no son como “la mayoría”, a los que no han aprendido a ser parte del sistema.

Hoy no voy a brindar por tu nacimiento en el pesebre, y no me malinterpretes, que yo estoy agradecido por tu humilde nacimiento que nos hace a los pobres creer que siempre quisiste estar en medio nuestro, es que quiero creer que nos denunciaste al nacer, sí, que apuntaste en contra de nuestros prejuicios y conformismos, que nos dijiste: “mira exactamente donde nazco y que no se repita la historia…”

Hoy quiero creer que se puede cambiar la historia si decidieras nacer de nuevo, que yo podría verte nacer en un hospital digno, en el seno de una familia feliz sin la preocupación de una matanza a la puerta, con un padre a quien la política no le trunque su visión de bienestar para ti, con una madre que no tema ser apedreada, convencida de que no cometió ningún error. Y esperarte en la cuadra, verte llegar entre los brazos de tus padres, unirme a la parranda por tu nacimiento, y levantar una botella de ron para brindar por tu nacimiento y por todos los que nacen en un lugar digno, en un contexto digno…

miércoles, 12 de diciembre de 2012

ORACIÓN DESDE LATINOAMÉRICA.


Ven y vuelve a nacer, pero hazlo en Latinoamérica, danos la oportunidad de ser nosotros la "tierra santa", y danos la fuerza para decirle al mundo cómo puede escribirse la historia sin pretensión de colonizar, sin la ambición de oprimir... Si naces en esta región, no tendrás que caminar sobre el mar de Galilea, ni sujetar ninguna tempestad, podrías disfrutar sentado a la orilla del Mar Caribe y escucharnos contar buenos y malos chistes mientras la brisa se arroja...

Y si quieres golpea mi ateísmo, mi incredulidad y búrlate de mis razones, pero hazlo naciendo por estas tierras, naciendo de nuevo, floreciendo desde acá, dándonos la oportunidad de otra vez escribir la historia, y que esta vez no exista la opresión en tu nombre, ni la colonización, ni triunfe la ambición de los que quieren cagarse el mundo porque creyeron que podían…

No nos des el pan nuestro de cada día, solamente deja que nos lo ganemos... No nos multipliques los panes y peces, tan sólo ayúdanos a restar la avaricia de entre nosotros...Y no nos libres de la tentación, tan sólo enséñanos a ser compasivos frente al error del otro y reflexivos acerca de nuestra responsabilidad...

Que te ofrecemos la ingenuidad que aun nos queda, que te acobijamos con la esperanza que aun no nos roban, que te enseñamos a jugar con la metra y el trompo, y jugamos contigo al fútbol, como lo hacemos por acá, con un terreno enmontado como cancha, con una cuadrilla de chamos alrededor esperando sus turnos... 

¡Si la historia pudiéramos escribirla! ¡Si los evangelios dependieran de nuestras tintas! Tus bienaventuranzas dirían "bienaventurados los guajiros que aman la tierra y la respetan, bienaventurados los latinos que se atreven a tomar las riendas del porvenir..."

Y si acaso esta oración constituye una ofensa para los que están parados sobre la cómoda cúspide de las teologías convenientes, excluyentes y opresivas, sepan entonces que sus teologías han sido suficiente ofensa desde siempre, pero ya no para siempre… 

jueves, 29 de noviembre de 2012

MI CUENTO ATEO NUMERO SEIS.


El siguiente cuento forma parte de mi colección “Cuentos Ateos” y es el número seis…

Doña Marta González tiene setenta y nueve años de edad, es elegante y amable. Sus arrugas no solamente delatan su extenso desfile por los años sino que esconden historias y melancolías. Su cabello se ha mantenido negro, sólo algunas canas, agrupadas como un lunar de cabello blanco, que sobresalen en su cabellera y que ella luce con orgullo por ser parte de la herencia genética de su bisabuela. Todos sus años ha estado sembrada en el Valle Encantado, alguna vez tuvo la oportunidad de partir lejos y vivir un estilo de vida más moderno pero renunció a tal posibilidad sintiendo un profundo compromiso de envejecer y morir en el mismo lugar donde soltaron el último aliento sus ancestros. El nombre del pueblo lo justifica una leyenda indígena, se remonta a los años en que los colonizadores se incrustaron en esa región. Los indígenas intentaron defender sus territorios, una de las tribus abandonó la población, los indios eran perseguidos por colonizadores pero cuando cruzaron el río que dividía la población de la selva sus enemigos se confundieron, durante días se mataron entre sí, mientras los indios parecían invisibles en aquel lugar. Así que lo llamaron “Valle Encantado” y lo convirtieron en un refugio.

Se enamoró de Camilo Balbuena siendo una adolescente de diecisiete años de edad. Ella cursaba el último año de bachillerato cuando él llegó al pueblo de veintidós años de edad. En los planes de Camilo no estaba la idea de residir en el pueblito. Recién egresado de la universidad, Arístides Fonseca, el director de la unidad educativa del pueblo, le dio la oportunidad de impartir las cátedras de Literatura e Historia Universal. El director sintió la obligación de hacerlo como pago a un favor recibido del padre de Camilo.

Camilo viajaba cada mañana hasta el Valle Encantado para impartir sus clases y regresaba por el mediodía a la ciudad. Esperaba el autobús de regreso en la plaza Libertador, siempre rodeado de adultos y ancianos en su espera, conversaba con ellos sobre las oportunidades que el futuro traería al pueblo, oportunidades que tocaron la puerta de las grandes ciudades latinoamericanas y que en algunos casos habían sido aceptadas para perdición de las poblaciones; predicaba un cambio, decía que la historia es inquieta y siempre anda buscando callejones diferentes para escribirse. Así, desde joven, se ganó el título de “Don” por sus sabias palabras y la madurez que expresaba, ese “Don” desnudaba el respeto y admiración de la gente simple y sencilla del pueblito de Valle Encantado.

A él lo enamoró la ingenuidad de ella, también la sinceridad con la que profesaba su fe cristiana; a pesar de su posición en contra de la religión no podía negar que ésta podía evolucionar hasta convertirse en una herramienta útil para el progreso humano, aunque reconocía, según sus análisis, que tal pretensión nunca dejaría de ser una tonta utopía. Le parecía que a Marta le lucía la religión, le gustaba escucharla hablar de su Cristo, de la bondad de su Señor al entregar la vida en la cruz. Y se confesaba atraído también por ese Cristo de quien la historia no ocultaba sus pasos.

“De no pertenecerle a la religión, ese Cristo, sería mi amigo también”, decía sonriéndole a Marta.

En su adolescencia pensó que ese hombre de ciudad sólo necesitaba un empujoncito para llegar a los pies de su Cristo. A medida que lo conocía se sorprendía de sus dudas frente las creencias que para ella siempre fueron convicciones, y no sólo eso, también se sorprendía por su carácter poético. Su impresión durante los primeros meses de noviazgo la llevó a concluir que dos personalidades habitaban el alma de Camilo y lejos de sentir miedo se sintió profundamente atraída. Un romance de dos años selló la relación entre ellos y decidieron casarse. Al principio sus líderes se opusieron, pero Marta logró convencer a su esposo de acompañarla algunos domingos a la iglesia y así demostró que la unión entre ellos no era un “yugo desigual” pues ella estaba logrando que Don Camilo, hombre de letras y de ciudad, entrara al templo evangélico del pueblo.

Doña Marta miró su calendario y sus recuerdos fueron interrumpidos. Caminó hasta la cocina, cada rincón de su casa le hablaba de él. Se sirvió una taza de café y se emocionó al ver la hora, en cualquier momento sus hijos y nietos llegarían. Para ella cada visita dominical era un milagro de la vida.

Pensó de nuevo en su difunto marido. Recordó algunos de sus argumentos.

 “Si el ejemplo de Cristo no estuviera en mano de los religiosos tal vez sería mucho más útil”. La voz de su esposo parecía viva en ella. Cerró sus ojos y con profundo sentimiento deseó tener juventud para intentar entender mejor las palabras del marido. Miró otra vez el calendario y justificó su melancolía. Quizá sus pensamientos respondían al dolor que seguía latiendo dentro de ella a dos años exactos  de la muerte de Don Camilo Balbuena.

Decidió no añorar más el pasado, al menos por ese día y tampoco pensar en el futuro. Todo lo ocurrido hasta ahora había sido lo mejor, así sentenció su melancolía. Le tocaba conformarse pues no se puede cambiar el pasado. Tampoco se puede controlar el rumbo de la historia, silenció su ansiedad pensando que el futuro está en las manos de Dios.

A veces dios suele ser la excusa perfecta, la justificación genérica. La teología muchas veces se convierte en una herramienta útil para la dejadez. Millones de “creyentes” se aferran a argumentos fríos como “no somos de este mundo”, “todo está en las manos de dios”, “dios es Soberano”. Hay incluso un apartado completo dentro de la teología para explicar la Soberanía de Dios, muchos aseguran que Dios tiene tres voluntades: su voluntad perfecta, permisiva y aquella que se remite al libre albedrío del hombre. Y éstos se dedican a desarrollar argumentos lo suficientemente amplios como para que el alma del creyente repose en alguna de esas tres voluntades divinas. 

Pero no se puede culpar a Doña Marta, puede que tampoco a sus maestros bíblicos; ellos sólo siguen las pautas dictadas por la religión, aunque esta declaración les haga responder automáticamente que no profesan ninguna religión sino la salvación, tal respuesta es parte del mecanismo de defensa que se ha activado dentro del sistema religioso en el que están inmersos. Sin embargo, ¿es culpable la teología cristiana o la religión?

Don Camilo Balbuena solía decir que es culpable el hombre y su afán por controlarlo todo, haciendo de los instrumentos como teología y religión métodos para el proselitismo. Que tanto religión como teología, incluso política, ciencia, y tantos conceptos más, nacieron como instrumentos de búsquedas; que tales conceptos expresan el deseo del hombre por encontrar una identidad, una verdad y una libertad trascendente. Pero Doña Marta siempre tuvo cuidado de no prestar demasiada atención a los discursos filosóficos de su esposo. Luego de años de matrimonio habían logrado conciliar acuerdos no pronunciados en relación a temas como religión, Cristo, cristianismo, evangelio y otros más. En los últimos años de convivencia su esposo ni siquiera mencionó alguna de esas palabras frente a ella; y ella no sospechó que los temas que su esposo silenció frente ella, los discutía con su hijo mayor.

La doña sale al patio de la casa, árboles inmensos custodian el horizonte desde ahí, a lo lejos las montañas parecen unirse con el cielo, tal vez no es tan lejos, quizás no se unen, puede que sea su cansada vista que ya no percibe con claridad el horizonte. Intenta no pensar en la muerte, es difícil ignorarla cuando la lógica te seduce a contemplar la posibilidad de que cada día podría ser el último. Piensa entonces en la vida eterna, en esa que le sirvió de consuelo los años de dificultades, de escasez y sacrificios. Mientras que, en aquel entonces, ella dedicaba tiempo a las plegarias su esposo incrementaba su esfuerzo y se inventaba estrategias. Don Camilo veía pasar las horas difíciles, satisfecho de haber vencido con su esfuerzo mientras Doña Marta agradecía a su dios que le daba la sabiduría y oportunidades al esposo. A él no le importaba que el dios de su esposa se llevara los créditos, le importaba verla feliz, saber que sus hijos podrían ser alimentados y contarían con una educación que los haría fructíferos.

Se sentó en la mecedora que siempre estuvo en el patio, debajo del árbol de mangos. No pudo evitar sentir miedo. ¿Dónde estaría el alma de su amado? Le angustió pensar en el infierno como el destino de su alma gemela. Quiso creer que lo que su esposo tanto aseguró era cierto, que no existe el infierno, que es un instrumento de control en manos de la ambición religiosa. Pero si el infierno no es real sólo porque así lo aseguraba su esposo, ¿sería el alma también una ficción? Eso lo decía él, ella no podía creerlo pues si anulaba de su sistema de creencias el infierno sería para soñar en sus últimas noches con la unión de su alma y la de él. ¿Y si la eternidad se conceptualiza como Camilo pensó?

Cerró los ojos. Su hijo mayor, Marcos, la encontró dormida en la mecedora. Sonrió al verla, parecía una niña desconectada de los afanes de la vida, que no respeta los horarios del día. No quiso despertarla, su esposa María Antonia se ocupó de la cocina, minutos después llegó Andrés con su esposa también. Se abrazaron los hermanos, las cuñadas charlaban en la cocina. Cuando la doña abrió los ojos sus nietos corrían por el patio alrededor de ella. Sus hijos Marcos, Andrés e Ignacio, sacaban la mesa y las sillas al patio mientras sus nueras María Antonia, Adela y Sofía venían detrás de ellos como en fila con los platos y manteles. Luego salieron sus dos hijas, Luisa y Soraya. Sus yernos, Alfonso y Marlon, sacaban la mesa de dominó. Por un momento se perdió, le pareció un domingo de los que vivió hace dos años, esperó que Camilo apareciera, con su caminar lento y su mirada nostálgica, deseó verlo parado junto a la puerta, observando todo el lugar, con esa sonrisa de placer y orgullo frente al cuadro que siempre consideró posible gracias a su esfuerzo.

Sonríe mientras mira a su alrededor, recuerda que él no saldrá, que no está, sería perfecta la tarde del domingo de junio si aún estuviera él. Mira sus manos, aun sonriendo, no le pesan las arrugas en la piel, ni siquiera ese temblor en las manos, él le decía que era el nervio propio de la piel cuando sabe que ya se acerca mucho más el momento del descanso, le decía que a veces descansar asusta, da miedo, porque uno se acostumbra a esa agonía constante a la que se le llama vida.

Corren los nietos a su alrededor y la rozan, en su garganta una fiesta de lágrimas se va preparando, pero nadie ve sus lágrimas festejar, levanta su mirada al cielo, una gota que rueda por su mejilla se convierte en el eco de las palabras de quien fue su compañero “no es en el cielo donde debes buscarme, es dentro de ti, porque siempre seré uno contigo…”.

A Camilo no le preocupó la eternidad, sino ser recordado. Ese fue su concepto de eternidad. “Seré eterno tanto tiempo como sea recordado”, le decía a Doña Marta cuando ella insistía en hablarle del alma y la vida eterna, nunca se lo dijo, pero en el fondo s sentía atraída por la forma poética como siempre él expresó la eternidad.

Decide creerle, total ya es una anciana casi en manos de la muerte. Decide que si dios es tan superior podrá entender el desliz de una mujer que desesperada y nostálgica extraña a su marido difunto. Tal vez sea mejor la eternidad como la creyó él. Así que decide creer que  allí está él, puede verlo sonreír también, porque él sonríe cuando ella lo mira, porque él siempre fue feliz frente a sus ojos.

Con sus ojos cerrados invoca el aroma de la tierra azotada por el sol de junio, que apenas comienza a descansar con el atardecer, él siempre le decía que junio es un mes con pasión, es de luz intensa durante el día, pero sus atardeceres ofrecen una paz llena de magia, le decía que era una magia que no alcanzaba a ser descrita con las palabras, entonces ella sonreía y lo miraba con gesto de “no sabes lo que dices”, y él le decía que un día entendería la magia,  entonces sabría que hay un lenguaje mucho mejor que las palabras.

Se le ocurrió, mientras mantenía los ojos cerrados, que aquel lenguaje del que hablaba su compañero podría ser el aroma de la tierra, la inmensidad del cielo, el susurro de la brisa, la tonalidad de todo lo natural; deseó con el corazón y con el alma que él estuviera frente a ella para abrazarlo y decirle que había logrado entender la magia, estaba dispuesta a reconocer que él siempre supo lo que decía. Pero no lo encontró, en cambio vio las caras de sus hijos que la miraban sonriendo. Estaban ya sentados todos a la mesa, decidió no lamentar nada, ni sus años de convicciones que parecían desvanecerse frente a las nostalgias, ni la incertidumbre a la que se abrazaba ese domingo que podría ser tal vez el último domingo de sus días. Sintió agonía, eso no pudo evitarlo, por sus hijos y nietos, qué tal si ellos en los últimos días de sus vidas lamentaban la entrega incondicional a los dogmas eclesiásticos.

- ¿Qué tanto piensa viejita?- Preguntó Marcos, el hijo mayor.

- Recuerdo a tu padre, sus ideas, sus locuras. Me pregunto si tal vez tendría razón. Me pregunto si debí ceder en mi empeño de convertirlo a mi cristianismo y arrojarme a sus ideales.


Todos se miraron al escuchar la voz cansada y pausada de la doña. Luisa, la hija menor estaba a su lado y la abrazó.

- Para nosotros ustedes fueron perfectos. Lograron armonizar a pesar de las opuestas posiciones frente a temas religiosos. Yo muchas veces los escuchaba conversando de esos temas que tú defendías y que él te dejaba defender. Nos ha ido bien, gracias a ti y gracias a él.

Una lágrima escapó de sus ojos. Correspondió el abrazo de la hija. Ignacio, el menor de los varones interrumpió la escena.

- Aunque es mejor que lo sepas, siempre estuvimos del lado de papá.

Todos rieron. Y Soraya añadió:

- Sí, sólo que él no nos dejaba decirlo. Y cuando queríamos esquivar los domingos de iglesia y buscábamos su apoyo, nos decía que tú eras la doña de la casa y si decidías que debíamos ir a la iglesia así debía ser.

Doña Marta escucha las risas de sus hijos, ve en sus ojos un brillo, la brisa es suave y cálida. Admira a su difunto esposo. “Ay Camilo, te las ingeniaste para asegurarte una vida extensa después de tu muerte”, pensó. Saboreó una porción de cazuela de mariscos, con la sensación de que si ese era el último domingo de su vida habría sido también su primer salto consciente a la eternidad.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

AGONÍA.


Dedicado a ella, por quien a veces soy vestigio de vida...


Sonrió, no resignado y tampoco rendido. Sólo sonrió pensando en aquellos días, esos que no fueron contados jamás, guardados como ancla que sujetó su memoria, que lo mantuvo en pie. La recordó, nunca la olvidó, pero esa noche acentuó su atención en los recuerdos de ella. Ella fue la vida, energía, verdad. Sin ella la muerte se desnudó frente a él, se apagó la luz que descubría los colores del camino y la mentira fue su escudo.


Tantos juegos jugó sin pretensión de ganar, y nunca ganó. Pero allí sentado, cigarro en mano, se antojó del triunfo. Ella, desde el más allá, le devolvía la energía, la vida, la verdad. Y él, desde el más acá y a un paso de allá, lamentaba la consciencia tardía del tiempo agotado. Recuerdos, espejismos, fantasmas, proyecciones, visiones, teofanías de la misma muerte tal vez, manifestación de la agonía que siempre agoniza pero a veces con más fuerza logra encarnarse en la vida que caduca.


¿Puede ganarle el juego a la muerte? ¿Puede asirse de la eternidad? Tantos mitos escuchó. Se aferró a su cigarro, miró la punta encendida que ya casi tocaba el filtro, respiró el humo, señal débil del fuego que consume. “Sólo si se vive se puede humear”, pensó sonriendo aún. ¿Es tarde? ¿Cuándo es tarde y cómo saberlo? Tal vez cuando es demasiado tarde no hay consciencia para saberlo. Se levantó, caminó hasta su habitación, tomó las cartas del baúl, esas que contaban los días ocultos, decidió enviarlas. Y entre sus cartas fui yo, oculto también, vestigio de vida en tiempos de muerte.

domingo, 25 de noviembre de 2012

VOLVERÉ A TI...


En abril del año 2011 mi microrrelato "Volveré a ti" fue seleccionado como uno de los tres ganadores de un certamen convocado por la Biblioteca Pública del Zulia. A continuación lo comparto con ustedes, dejándoles saber que es un grito a la tierra que impregnó mi niñez: Maracaibo...

Volveré a ti.
Mis ojos se pierden en el horizonte, es tan ancho el horizonte, caminos inciertos se han forjado sobre él, laberintos que confunden mis ojos que buscan el brillo de tus aguas, reflejos de un cielo que fue mi cielo, espejo de un sol amante que me enseñó a amar; de noche la luna se mece en tus aguas y yo extraño tus noches, donde jugaban mis sueños…

Nunca volví a ser niño lejos de ti, nunca más tuve hogar fuera de ti… Sin tu calor forastero soy, peregrino que sin lugar y sin tiempo levanta su rostro y perdida la mirada deja escapar un lamento, y mi lamento es tu nombre, tierra a la que regresaré, porque a ti están atados mis recuerdos…

Regresaré y le daré vida a esta nostalgia que pasea en mi alma… Es que mis manos escriben tu nombre mientras ausente y distante estoy de ti, y en mi alma paseas tú, y voy recordando tus veredas, y voy recordando tus plazas…
¡Cuánto extraño tu aire cálido!

sábado, 24 de noviembre de 2012

MICRORRELATOS OSCUROS.


Como un homenaje a la novela negra, Artgerust decidió convocar la participación de autores para la creación de microrrelatos enmarcados en ese genero. Cada autor podía enviar cuantos microrrelatos le fuera posible y Artgerust escogería los considerados dignos de publicar en una antología. Envié tres microrrelatos de los cuales uno (Fantasmas) fue escogido. A continuación comparto los tres con ustedes:

I.            Némesis.
El rostro desfigurado le dificultó reconocerlo al instante. La escena era un abuso del esfuerzo por convencer a la audiencia de un suicidio descabellado. Él apreció la escena como la obra de arte de un esquizofrénico que decidió firmar con horror el lienzo pintado.
¿Realmente sería un suicidio? Con los guantes de látex puestos, el Teniente Castro, sujetó la muñeca izquierda del cadáver, y observó el lunar en forma de luna. Como lo había sospechado. Una vez más burlado, tal vez nunca acabaría el juego y nunca resultaría ganador. Suspiró. En minutos la escena sería invadida por el cuerpo policial, la prensa lo estaría devorando y en algún lugar su némesis sonreiría disfrutando el espectáculo.
Encendió un cigarrillo fuera de la casa. ¿Podría detenerlo antes del próximo asesinato? En un charco de agua junto a sus pies se reflejó su rostro, observó la cicatriz en el cuello, imágenes de un forcejeo relampaguearon en su memoria. Algo dentro de él sonreía.

II.          Mutación.
Alberto tembló. Supo que su muerte era inevitable. Le habría gustado escribir su historia, presentir su muerte de esa forma y haberla escrito. Pensó que sería un buen cuento. No imaginó que moriría por una venganza a su padre. Sus verdugos sin duda eran enfermos mentales.
Quizá lo observaron crecer, graduar, alcanzar sus metas. Pensó en Daniela, su esposa.  Sintió un relámpago atravesarle el pecho, un chorro de sangre se liberó en él, podía sentir la sangre desesperada, celebrando la libertad de las cadenas arteriales, fluyendo como un manantial de agua que por primera vez es observado. Mutaba de vivo a muerto.
Le arrancaron la venda de los ojos, apenas alcanzó a ver a los vecinos. “No fue mi culpa”, susurró mientras agonizaba, apuntó con su mirada a la chica, el señuelo con el cual lo atrajeron al lugar, contempló su hermosura y de nuevo pensó en Daniela. Pronto dejó de escuchar y todo oscureció, el día mutó en noche.
III.       Fantasmas.
Algunas madrugadas se levantaba de la silla desde donde observaba los fantasmas de sus padres, se acercaba a su padre y escuchaba su voz grave y determinante: “Puedes ser lo que quieras hijo, tienes el talento de consumir con tu pasión lo que se te antoje, sólo debes ser inteligente para escoger qué quieres ser…”.

Él ya había escogido qué quería ser: feliz. Y sería feliz a toda costa, se dejaría consumir por la felicidad, sonreiría por encima de todo. Solamente teniendo a sus padres vivos podría ser feliz. Así que cada vez que la melancolía y la tristeza golpeaban desde la ausencia de sus padres salía sin avisar hasta la tasca del barrio, consumía del ron más barato, entonces ellos volvían a su lado. Aquella noche su padre le extendió la mano, invitándolo a cruzar la calle junto a él, Carlos soltó la botella y cruzó la calle sin darse cuenta que un auto le había quitado la vida.

RUMORES DE GUERRA.


Las guerras no cesan, como tampoco las justificaciones. En cada bando hay razones para atacar y también razones para convertir la defensa en una estrategia de ataque. Los que protagonizan el conflicto disfrutan de la ilusión de un botín, hacia allí miran, sin que la mirada caiga en el trayecto sobre las vidas que van diezmando: no se gana una guerra con sensibilidad, no se disfruta del botín si no ha costado.

Que no nos deje de asombrar la guerra y sus justificaciones, pues si un día nos levantamos de la cama y a través de las ventanas vemos misiles diezmando vidas y no sentimos el dolor de aquellos que pierden familias y pertenencias, entonces ya estamos listos para fabricar o justificar guerras.  

Cada vez que rumores de guerra soplan desde otros suelos escucho discursos que siguen asombrándome tanto como las guerras, las justificaciones y los rumores. Y ya no los escucho entre las fronteras de los templos fundamentalistas de cualquier religión, es que hace muchos años dejé de castigar la bendición de mi humanidad sometiéndola a sentarse en los banquillos reservados para los engranajes que dan vida a sistemas opresores; escucho los discursos en la calle, conversaciones en autobuses, autos por puestos, en las plazas, en los supermercados. Dicen muchos que “los rumores de guerra” son señales de un fin de mundo que dará paso a una nueva era, que les aguarda un cielo y una vida eterna “más allá del sol”, los observo emocionados, agradeciendo a lo que han considerado “dios” por la bondad de acelerar el cumplimiento de las señales, dicen repudiar la guerra, pero alaban al dios que tomó la guerra como señal de su existencia y de su fidelidad.

¿Señal de vida de un dios y de su fidelidad? Yo creo más bien que tanto la guerra como las justificaciones, y esos discursos, son señales de la muerte del hombre y su infidelidad a la vida.

Pero no sólo justifican la guerra los religiosos fundamentalistas, también el político que ve en ella un símbolo para aventajar su posición, el racista para justificar su odio, los gobiernos que mediante la alianza a alguno de los bandos sacan su “tajada” del negocio de la guerra.

Un proverbio acogido por la tradición cristiana dice que “sobre toda cosa guardada guarda tu corazón porque de él mana la vida”, mana la vida y la muerte, esa es la verdad. Tal vez un pronunciamiento no va a cambiar la guerra en el Medio Oriente o en cualquier otra región en donde las guerras no se juegan con misiles, pero dará señales de vida, será un bombeo de vida desde el corazón de la misma tierra y sus sociedades, apuntará a la construcción de un mejor hombre y una mejor mujer, y en suma, una mejor sociedad. El maestro que todos los días es visto por docenas de niños en un salón puede cambiar la guerra, prevenirla, brindar la oportunidad de un mejor mañana; el ingeniero que tiene bajo su cargo una cuadrilla de obreros puede influir sobre la consciencia de los que caminan junto a él; el obrero que mientras asfalta carreteras puede fabricar “rumores de paz”, también estará asfaltando el futuro; el padre, aunque lejos de casa y restringido, en cada visita puede despertar la consciencia social de los hijos. La madre en el hogar, todos en suma podemos generar un cambio, y si es utópico entonces soñemos como ilusos a través del esfuerzo así resulte infructífero. ¿No sueñan aquellos con un cielo que sólo se hará posible después que el mundo que habitamos sea destruido por nosotros mismos?

Rumoremos la paz, el bienestar, el renacimiento, rumoremos con nuestras sonrisas, con nuestras enseñanzas, con nuestras críticas, prediquemos con nuestros actos dejando que resplandezca la verdadera humanidad, la de las virtudes, la de la esperanza, la humanidad que se reconoce a sí misma como una sola. En nuestro radio de acción, en nuestro perímetro, en nuestro barrio, tal vez un día tus esfuerzos y los míos se encuentren, quizás mañana ante el mínimo rumor de guerra una mayoría se deje sentir y haga escuchar su canto de paz, neutralizando las pretensiones de los que sigan creyéndose en ventaja, y si nos equivocamos, si nada llegara a cambiar al menos habremos dejado señales de vida, dejaremos un mensaje: en el siglo que presenció nuestra existencia hubo vida y ganas de vivir.