Como
un homenaje a la novela negra, Artgerust decidió convocar la participación de
autores para la creación de microrrelatos enmarcados en ese genero. Cada autor
podía enviar cuantos microrrelatos le fuera posible y Artgerust escogería los
considerados dignos de publicar en una antología. Envié tres microrrelatos de
los cuales uno (Fantasmas) fue escogido. A continuación comparto los tres con
ustedes:
I.
Némesis.
El
rostro desfigurado le dificultó reconocerlo al instante. La escena era un abuso
del esfuerzo por convencer a la audiencia de un suicidio descabellado. Él
apreció la escena como la obra de arte de un esquizofrénico que decidió firmar con
horror el lienzo pintado.
¿Realmente
sería un suicidio? Con los guantes de látex puestos, el Teniente Castro, sujetó
la muñeca izquierda del cadáver, y observó el lunar en forma de luna. Como lo
había sospechado. Una vez más burlado, tal vez nunca acabaría el juego y nunca
resultaría ganador. Suspiró. En minutos la escena sería invadida por el cuerpo
policial, la prensa lo estaría devorando y en algún lugar su némesis sonreiría
disfrutando el espectáculo.
Encendió
un cigarrillo fuera de la casa. ¿Podría detenerlo antes del próximo asesinato?
En un charco de agua junto a sus pies se reflejó su rostro, observó la cicatriz
en el cuello, imágenes de un forcejeo relampaguearon en su memoria. Algo dentro
de él sonreía.
II.
Mutación.
Alberto
tembló. Supo que su muerte era inevitable. Le habría gustado escribir su
historia, presentir su muerte de esa forma y haberla escrito. Pensó que sería
un buen cuento. No imaginó que moriría por una venganza a su padre. Sus
verdugos sin duda eran enfermos mentales.
Quizá
lo observaron crecer, graduar, alcanzar sus metas. Pensó en Daniela, su esposa. Sintió un relámpago atravesarle el pecho, un
chorro de sangre se liberó en él, podía sentir la sangre desesperada,
celebrando la libertad de las cadenas arteriales, fluyendo como un manantial de
agua que por primera vez es observado. Mutaba de vivo a muerto.
Le
arrancaron la venda de los ojos, apenas alcanzó a ver a los vecinos. “No fue mi
culpa”, susurró mientras agonizaba, apuntó con su mirada a la chica, el señuelo
con el cual lo atrajeron al lugar, contempló su hermosura y de nuevo pensó en
Daniela. Pronto dejó de escuchar y todo oscureció, el día mutó en noche.
III.
Fantasmas.
Algunas
madrugadas se levantaba de la silla desde donde observaba los fantasmas de sus
padres, se acercaba a su padre y escuchaba su voz grave y determinante: “Puedes
ser lo que quieras hijo, tienes el talento de consumir con tu pasión lo que se
te antoje, sólo debes ser inteligente para escoger qué quieres ser…”.
Él
ya había escogido qué quería ser: feliz. Y sería feliz a toda costa, se dejaría
consumir por la felicidad, sonreiría por encima de todo. Solamente teniendo a
sus padres vivos podría ser feliz. Así que cada vez que la melancolía y la
tristeza golpeaban desde la ausencia de sus padres salía sin avisar hasta la
tasca del barrio, consumía del ron más barato, entonces ellos volvían a su
lado. Aquella noche su padre le extendió la mano, invitándolo a cruzar la calle
junto a él, Carlos soltó la botella y cruzó la calle sin darse cuenta que un
auto le había quitado la vida.
Sin duda alguna, Fantasma es genial!
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