miércoles, 17 de abril de 2013

MARTIN LUTHER KING, EL CRISTO Y LA VIOLENCIA.


A los doce años tropecé con Martin Luther King. Nadie me habló de él, tal vez escuché su nombre antes y supe que fue negro, no lo recuerdo. Pero sí recuerdo que a mis doce años, cuando la rebeldía comenzaba a aflorar desde mi adolescencia y notaba la injusticia de algunos sistemas, descubrí una vieja biblioteca en un pueblito. El bibliotecario me alcahueteó una travesura semanal, entonces conocí a Rómulo Gallegos, a quien la cátedra de literatura del quinto año del bachillerato me presentaría luego con la formalidad de la educación. Conocí  Canaima y reconocí que todos estamos Sobre La Misma Tierra, lloré el lamento del Pobre Negro, tarareé la coplas del Cantaclaro, aposté por la suerte de la Doña Bárbara,  y así robé de la biblioteca todos los títulos del venezolano escritor. También leí las Lanzas Coloradas de Arturo Uslar Pietri, sus ensayos que me ayudaron a entender mi identidad latinoamericana en construcción, creo que él lo diría “la no identidad de nuestra identidad”. Conocí a la María de Jorge Isaacs y recuerdo que también conocí a Francisco Massiani a través de su obra Piedra de Mar, a quien, por cierto, hace unos meses vi en un canal de televisión, lo entrevistaban por su merecido Premio Nacional de Cultura 2010-2012, está viejo Massiani, viejo pero lúcido, se le nota un poco sordo eso sí y más dispuesto a confesar sus secretos expuestos con maquillaje en Piedra de Mar.
Leí mucho durante un año, y ese año tropecé con el Martín Luther King. No recuerdo el nombre del libro, pero me contaba la historia de su vida y así conocí el poder de la no violencia. El libro me hizo entender el odio y racismo, y me hizo sentirme negro y oprimido por blancos fanáticos y ciegos. Avancé rápido en la lectura, entendí porque nos odiaban los blancos (sí, fui negro mientras leía) pero aun con todo el entendimiento no podía justificar la opresión. Vi a mis hermanos sangrar, morir, aplaudí el movimiento de algunos grupos que se resistían a la opresión, que quemaban cauchos y autos, que respondían con valentía la violencia blanca. “Putos blancos que nos odian, deberían irse a la mierda, no nos doblegaremos, no permitiremos que nos sigan jodiendo, queremos tener nuestro espacio, nuestros derechos, queremos mear en un baño publico cuando la vejiga nos dice que debemos mear, sin tener que encontrar un letrero en la entrada de un baño público que diga que es sólo para los blanquitos”.
¿Y dónde está Dios que no habla a favor de los negros? ¿Y dónde están los cristianos que no se ponen del lado de los negros? Avancé rápido entre las páginas del libro. Y entre los movimientos que con valentía se oponían a la opresión, apareció él. Con un discurso absurdo y ridículo, diciéndole no a la violencia negra. Saboteando las acciones del Black Power. ¿Qué te pasa King? ¿Eres el King de los pendejos? ¿No ves que nos están ganando la guerra? Y él diciendo que no, que no a la violencia, pero ¿qué de la violencia de aquellos?
No es fácil decirnos “no seas violento” cuando la violencia nos ataca, ¿cierto? Pero que ironía, la historia nos dice que fue Martin Luther King y su filosofía profana y absurda de la no violencia frente a la violencia la que le dio a los negros la victoria, el comienzo de la victoria que no sólo les pertenece a los negros de EEUU y no sólo a los negros.
El 04 de abril de 1968 yo estaba en Memphis cuando Martin salió al balcón de su habitación en el Hotel Lorraine, el libro me llevó allí. El precursor de la desobediencia civil y la no violencia en la lucha de los derechos de los negros recibió un impacto de bala. Horas antes había dicho “Dios ha permitido que llegara a la cima de la montaña y desde allí he visto la tierra prometida”. La maldición de Moisés fue la suya, ver la tierra prometida desde el Pisga pero no poseerla. ¿Lo sospechaste Martin? ¿Te ganó la tesis contraria a la tuya? Contrario a lo que muchos teólogos sostienen acerca del último discurso de Martin Luther King yo creo que lo que vio el activista no violento fue que el destino inevitable de su lucha era el éxito, porque era su lucha y luchó. Un portal cristiano de noticias reseña: “El periodista y teólogo José de Segovia reconoce que en estas palabras había evidencias de que MLK no es ya el mismo joven de las dudas de fe iníciales de su vida pública, fruto de su educación teológica liberal, sino que las crisis y la fragilidad le han llevado a sostenerse aferrado a la esperanza en Dios y en la misión”. No lo creo, la vida de Martin Luther King da la interpretación de su discurso, seguía siendo el liberal lleno de dudas, pero reconocía que su esfuerzo no sería infructífero. ¿En qué podía basarse MLK para tener esa seguridad?
Martin Luther King no fue el precursor de la no violencia, fue el primero en contextualizarla a la lucha por la igualdad de los hermanos negros. Yo lloré su muerte, y con la ventaja de poder salir de las páginas del libro y observar la historia que transcurre sonreí mientras todavía lloraba, sonreí pensando que su vida dio frutos, que toda la tensión y estrés, que según algún médico era la razón por la que su corazón parecía la de un hombre de sesenta años, no fue en vano. Ahora, en este momento, recuerdo que el difunto King fue el primero que me llevó a pensar que el Cristo podía resucitar en nosotros y nuestras acciones. Ayer reflexionaba en aquello de "el cielo sufre violencia y sólo los valientes lo arrebatan", palabras pronunciadas por el Cristo. César Soto, un pastor chileno, me comentó que una versión sugerida dice “el reino de los cielos se abre paso vigorosamente y los vigorosos lo arrebatan ansiosamente”, otro amigo me dijo que una versión traducía “el reino de los cielos ha venido avanzando contra viento y marea, y los que se esfuerzan logran aferrarse a él”. A la luz de las distintas traducciones (si podemos llamarlas traducciones, pero no es lo importante aquí y ahora) parece que aquel que desea arrebatar lo que es el reino de los cielos debe adoptar (¿o asumir?) la misma naturaleza de tal reino.
La violencia del reino, asumiendo que el Cristo encarnaba el reino que proclamaba, es la misma de Martin Luther King, es la fuerza dinámica que se mueve a transformar los escenarios humanos inclinándolos a términos de igualdad y derechos. Y es una fuerza dinámica porque transforma con la actuación y el ejemplo, porque no se deja vencer por el mal haciéndose mal justificándose en los ataques recibidos. La muerte no puede truncar los efectos positivos de la violencia proclamada por el Cristo y por hombres como Martin Luther King. Si creemos en un cambio seamos modelos de ese cambio. Eso sí es violencia.

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