A
los doce años tropecé con Martin Luther King. Nadie me habló de él, tal vez
escuché su nombre antes y supe que fue negro, no lo recuerdo. Pero sí recuerdo
que a mis doce años, cuando la rebeldía comenzaba a aflorar desde mi
adolescencia y notaba la injusticia de algunos sistemas, descubrí una vieja
biblioteca en un pueblito. El bibliotecario me alcahueteó una travesura
semanal, entonces conocí a Rómulo Gallegos, a quien la cátedra de literatura
del quinto año del bachillerato me presentaría luego con la formalidad de la
educación. Conocí Canaima y reconocí que
todos estamos Sobre La Misma Tierra, lloré el lamento del Pobre Negro, tarareé
la coplas del Cantaclaro, aposté por la suerte de la Doña Bárbara, y así robé de la biblioteca todos los títulos
del venezolano escritor. También leí las Lanzas Coloradas de Arturo Uslar
Pietri, sus ensayos que me ayudaron a entender mi identidad latinoamericana en
construcción, creo que él lo diría “la no identidad de nuestra identidad”. Conocí
a la María de Jorge Isaacs y recuerdo que también conocí a Francisco Massiani a
través de su obra Piedra de Mar, a quien, por cierto, hace unos meses vi en un
canal de televisión, lo entrevistaban por su merecido Premio Nacional de
Cultura 2010-2012, está viejo Massiani, viejo pero lúcido, se le nota un poco sordo
eso sí y más dispuesto a confesar sus secretos expuestos con maquillaje en
Piedra de Mar.
Leí
mucho durante un año, y ese año tropecé con el Martín Luther King. No recuerdo
el nombre del libro, pero me contaba la historia de su vida y así conocí el
poder de la no violencia. El libro me hizo entender el odio y racismo, y me
hizo sentirme negro y oprimido por blancos fanáticos y ciegos. Avancé rápido en
la lectura, entendí porque nos odiaban los blancos (sí, fui negro mientras leía)
pero aun con todo el entendimiento no podía justificar la opresión. Vi a mis
hermanos sangrar, morir, aplaudí el movimiento de algunos grupos que se
resistían a la opresión, que quemaban cauchos y autos, que respondían con
valentía la violencia blanca. “Putos blancos que nos odian, deberían irse a la
mierda, no nos doblegaremos, no permitiremos que nos sigan jodiendo, queremos
tener nuestro espacio, nuestros derechos, queremos mear en un baño publico
cuando la vejiga nos dice que debemos mear, sin tener que encontrar un letrero
en la entrada de un baño público que diga que es sólo para los blanquitos”.
¿Y
dónde está Dios que no habla a favor de los negros? ¿Y dónde están los
cristianos que no se ponen del lado de los negros? Avancé rápido entre las páginas
del libro. Y entre los movimientos que con valentía se oponían a la opresión,
apareció él. Con un discurso absurdo y ridículo, diciéndole no a la violencia
negra. Saboteando las acciones del Black Power. ¿Qué te pasa King? ¿Eres el
King de los pendejos? ¿No ves que nos están ganando la guerra? Y él diciendo
que no, que no a la violencia, pero ¿qué de la violencia de aquellos?
No
es fácil decirnos “no seas violento” cuando la violencia nos ataca, ¿cierto?
Pero que ironía, la historia nos dice que fue Martin Luther King y su filosofía
profana y absurda de la no violencia frente a la violencia la que le dio a los
negros la victoria, el comienzo de la victoria que no sólo les pertenece a los
negros de EEUU y no sólo a los negros.
El
04 de abril de 1968 yo estaba en Memphis cuando Martin salió al balcón de su
habitación en el Hotel Lorraine, el libro me llevó allí. El precursor de la
desobediencia civil y la no violencia en la lucha de los derechos de los negros
recibió un impacto de bala. Horas antes había dicho “Dios ha permitido que
llegara a la cima de la montaña y desde allí he visto la tierra prometida”. La
maldición de Moisés fue la suya, ver la tierra prometida desde el Pisga pero no
poseerla. ¿Lo sospechaste Martin? ¿Te ganó la tesis contraria a la tuya?
Contrario a lo que muchos teólogos sostienen acerca del último discurso de
Martin Luther King yo creo que lo que vio el activista no violento fue que el
destino inevitable de su lucha era el éxito, porque era su lucha y luchó. Un
portal cristiano de noticias reseña: “El periodista y teólogo José de Segovia
reconoce que en estas palabras había evidencias de que MLK no es ya el mismo
joven de las dudas de fe iníciales de su vida pública, fruto de su educación
teológica liberal, sino que las crisis y la fragilidad le han llevado a
sostenerse aferrado a la esperanza en Dios y en la misión”. No lo creo, la vida
de Martin Luther King da la interpretación de su discurso, seguía siendo el
liberal lleno de dudas, pero reconocía que su esfuerzo no sería infructífero.
¿En qué podía basarse MLK para tener esa seguridad?
Martin
Luther King no fue el precursor de la no violencia, fue el primero en
contextualizarla a la lucha por la igualdad de los hermanos negros. Yo lloré su
muerte, y con la ventaja de poder salir de las páginas del libro y observar la
historia que transcurre sonreí mientras todavía lloraba, sonreí pensando que su
vida dio frutos, que toda la tensión y estrés, que según algún médico era la razón
por la que su corazón parecía la de un hombre de sesenta años, no fue en vano.
Ahora, en este momento, recuerdo que el difunto King fue el primero que me
llevó a pensar que el Cristo podía resucitar en nosotros y nuestras acciones.
Ayer reflexionaba en aquello de "el cielo sufre violencia y sólo los
valientes lo arrebatan", palabras pronunciadas por el Cristo. César Soto,
un pastor chileno, me comentó que una versión sugerida dice “el reino de los
cielos se abre paso vigorosamente y los vigorosos lo arrebatan ansiosamente”,
otro amigo me dijo que una versión traducía “el reino de los cielos ha venido
avanzando contra viento y marea, y los que se esfuerzan logran aferrarse a él”.
A la luz de las distintas traducciones (si podemos llamarlas traducciones, pero
no es lo importante aquí y ahora) parece que aquel que desea arrebatar lo que
es el reino de los cielos debe adoptar (¿o asumir?) la misma naturaleza de tal
reino.
La
violencia del reino, asumiendo que el Cristo encarnaba el reino que proclamaba,
es la misma de Martin Luther King, es la fuerza dinámica que se mueve a
transformar los escenarios humanos inclinándolos a términos de igualdad y
derechos. Y es una fuerza dinámica porque transforma con la actuación y el
ejemplo, porque no se deja vencer por el mal haciéndose mal justificándose en
los ataques recibidos. La muerte no puede truncar los efectos positivos de la
violencia proclamada por el Cristo y por hombres como Martin Luther King. Si
creemos en un cambio seamos modelos de ese cambio. Eso sí es violencia.
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